Es raro el mes que no sale alguna noticia relacionada con la lectura en relación a las costumbres de los jóvenes. Esto es ni más ni menos porque se le da importancia a los hábitos de lectura de las nuevas generaciones, y aunque sean medios afectados directamente como lo son los periódicos los que lo publiquen, no deja de serlo. Como siempre que se habla de los jóvenes que van a tomar el relevo con el tiempo, es imprescindible e igualmente inevitable que miremos a su educación o lo que se espera de ella. Para poder entender esto último hay que empezar por definir lo que se quiere abarcar y en este caso sería la literatura.
Requisito imprescindible de la misma está el que sea escrita, lo que implica dos cosas. La primera, que el autor pretende que sea leída su obra. Y segundo, que es de carácter unidireccional, no habiendo posibilidad de interacción del receptor con el mensaje. Hasta aquí se puede estar más o menos de acuerdo. El gran problema surge en cuanto hablamos de la "calidad" de la obra. Entrecomillo la palabra calidad por lo popular que el término se ha hecho últimamente y por lo amplio e indefinido que es. Ha de seguir unas reglas, que debe profundizar en las posibilidades de las que da de sí el lenguaje y que debe ser genuina del autor que lo publica. Esto es lo suficientemente general como para abarcar desde el guión de un comic hasta las grandes obras de los clásicos pasando por esa "literatura hecha con prisas" llamada periodismo. Así pues la literatura es toda obra escrita con intención de comunicar por parte del autor, que cuenta con un estilo reglado y va más allá de lo vulgar.
Con esto dicho, se entiende como deber de la escuela el que los niños (pobres de ellos) se lean mazacotes como el Quijote o La colmena porque son grandes obras de la (dichosa) literatura que ha dado nuestro país, provocando en la mayoría de los que lo leen y no descargan el resumen de internet para colgarlo en el correspondiente trabajo, una urticaria que se repite a partir de entonces cada vez que se les acerca un libro. Y es que, este es el auténtico problema, no pueden disfrutar de ello, tras años y años de emplear los libros únicamente para trabajar. Sí, que nadie ponga el grito en el cielo, he dicho trabajar porque es lo que hacen los niños desde el momento en que abandonan la educación infantil en la que aprender es parte del descubrimiento para formar parte de una obligación.
Este y no otro es el gran desafío de educadores de primaria (y futuribles entre los que espero encontrarme), cambiar este chip que hace que nuestros pequeños sean repelidos por hojas de papel mutilándoles y dejándoles incapaces de utilizar unas herramientas tan válidas y a las que supuestamente le damos tanta importancia. Y el enfoque que hay que darle no es ni más ni menos que un enfoque del placer por el placer. El permitirles asomarse al infinito mundo de sensaciones y posibilidades que tiene. De los miles de mundos, sensaciones, sentimientos y aventuras por descubrir y vivir.
Si queremos que la lectura además de una opción sea una realidad, démosles la posibilidad de divertirse.
domingo, 31 de octubre de 2010
Literatura y Primaria
lunes, 18 de octubre de 2010
Mi pequeño caos
Dentro del caos de mi habitación donde duermo cada noche, debajo de mi cama está mi pequeño cofre del tesoro. Hecho con contrachapado y con cuatro ruedines colocados para no rayar el suelo, se encuentra el cajón donde meto todo aquello que quiero tener relativamente a mano y mi madre no quiere tener “por medio” (¿cómo no?).
En la esquina pegada al cabecero tengo un montón de libros compuesto por los manuales de mi ambientación de rol favorita, así como diversos suplementos que tratan dicha ambientación ya sean módulos de aventuras, bestiarios, reglamentos económicos o políticos. Es la zona con menos polvo porque es la que manejo con más asiduidad. En la otra esquina del frontal suele haber los dos o tres libros que tengo por leer en cada momento. Ahora mismo están la sexta entrega de una serie de novelas de aventuras de un autor polaco y dos delgados libros que compré hace año y medio por tres míseros euros, de estos que sabes que solo contienen patrañas por más que pretendan dar imagen de autenticidad, pero dos libros de más de cien páginas a ese precio... Si son tan malos como parecen al menos tendré o bien dos pisapapeles nuevos o nuevo material para encender la chimenea una de estas navidades y en cualquier caso me habrán servido para entretenerme un par de horas. En el centro, sobre unas cajitas de puritos y de colonia reconvertidas para contener, de forma clasificada, juegos de cartas coleccionables, están durante los periodos desde que las monto, hasta que comienzo a pintarlas, unas miniaturas de plomo, que representan unos licántropos armados, dentro de una cajita de plástico transparente que me sirve para transportarlas a la casa de un amigo y poder jugar con ellas al juego de mesa al que pertenecen.
Ya en la parte posterior, desde la parte central hasta la esquina a los pies de la cama se van amontonando, completamente entremezclados, los apuntes y libros recopilados en estos cuatro últimos años de estudio entre inglés, japonés, FP II y facultad. Por último y no menos importante la parte trasera pegada al cabecero. Aquí guardaba, hace ya bastantes años, las cosas que quería esconder rápidamente de mis padres cuando venían de improviso a mi habitación. Ahora se pasa la mayor parte del tiempo libre, a la espera de que tenga algún comic u otra lectura nocturna que me lleve hasta las tantas y caiga dentro por el peso de las horas, a la espera de otra noche tranquila en la que retorne a devorarla dentro de éste, mi pequeño caos ordenado.
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