domingo, 31 de octubre de 2010

Literatura y Primaria

Es raro el mes que no sale alguna noticia relacionada con la lectura en relación a las costumbres de los jóvenes. Esto es ni más ni menos porque se le da importancia a los hábitos de lectura de las nuevas generaciones, y aunque sean medios afectados directamente como lo son los periódicos los que lo publiquen, no deja de serlo. Como siempre que se habla de los jóvenes que van a tomar el relevo con el tiempo, es imprescindible e igualmente inevitable que miremos a su educación o lo que se espera de ella. Para poder entender esto último hay que empezar por definir lo que se quiere abarcar y en este caso sería la literatura.

Requisito imprescindible de la misma está el que sea escrita, lo que implica dos cosas. La primera, que el autor pretende que sea leída su obra. Y segundo, que es de carácter unidireccional, no habiendo posibilidad de interacción del receptor con el mensaje. Hasta aquí se puede estar más o menos de acuerdo. El gran problema surge en cuanto hablamos de la "calidad" de la obra. Entrecomillo la palabra calidad por lo popular que el término se ha hecho últimamente y por lo amplio e indefinido que es. Ha de seguir unas reglas, que debe profundizar en las posibilidades de las que da de sí el lenguaje y que debe ser genuina del autor que lo publica. Esto es lo suficientemente general como para abarcar desde el guión de un comic hasta las grandes obras de los clásicos pasando por esa "literatura hecha con prisas" llamada periodismo. Así pues la literatura es toda obra escrita con intención de comunicar por parte del autor, que cuenta con un estilo reglado y va más allá de lo vulgar.

Con esto dicho, se entiende como deber de la escuela el que los niños (pobres de ellos) se lean mazacotes como el Quijote o La colmena porque son grandes obras de la (dichosa) literatura que ha dado nuestro país, provocando en la mayoría de los que lo leen y no descargan el resumen de internet para colgarlo en el correspondiente trabajo, una urticaria que se repite a partir de entonces cada vez que se les acerca un libro. Y es que, este es el auténtico problema, no pueden disfrutar de ello, tras años y años de emplear los libros únicamente para trabajar. Sí, que nadie ponga el grito en el cielo, he dicho trabajar porque es lo que hacen los niños desde el momento en que abandonan la educación infantil en la que aprender es parte del descubrimiento para formar parte de una obligación.

Este y no otro es el gran desafío de educadores de primaria (y futuribles entre los que espero encontrarme), cambiar este chip que hace que nuestros pequeños sean repelidos por hojas de papel mutilándoles y dejándoles incapaces de utilizar unas herramientas tan válidas y a las que supuestamente le damos tanta importancia. Y el enfoque que hay que darle no es ni más ni menos que un enfoque del placer por el placer. El permitirles asomarse al infinito mundo de sensaciones y posibilidades que tiene. De los miles de mundos, sensaciones, sentimientos y aventuras por descubrir y vivir.

Si queremos que la lectura además de una opción sea una realidad, démosles la posibilidad de divertirse.

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