miércoles, 1 de diciembre de 2010

Mi hermano

Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.

Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá. Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película...

El sábado pasado salimos a realizar una excursión por el campo a recoger setas para hacerlas por la noche en una tortilla. Vimos dos familias de ciervos paciendo junto a sus crías. Todos eran muy bonitos, pero dos cervatillos que me llamaron la entención. Hiban corriendo de un lado a otro, persiguiendose mutuamente como hacemos siempre mi hermano y yo.

Ya con la tarde avanzada y justo cuando acababamos de recoger las últimas setas, mi hermano que ya estaba a punto de pasar el murete que rodeaba la finca en la que nos habíamos colado para relajarnos, ya que era la única que no tenía toros, cuando se paró ante él. Aproveché esta oportunidad para salir corriendo y pasarle. Di un salto ámplio, con el que superar el obstaculo que me debía separar del camino a casa. Pero no era un camino sino un pozo lo que había detrás del muro. Sin poder hacer nada, caí por él y me envolvió la oscuridad.

Esta mañana he despertado en la habitación de un hospital, afortunadamente para mi, mi hermano fue capaz de encontrar ayuda en una casa cercana y los bomberos llegaron a tiempo de sacarme vivo del pozo. Ahora mismo tengo tres costillas y la tibia de la pierna derecha fracturadas, siete puntos en la cabeza y... sobretodo... una vida entera para poder agradecerselo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario